Fallas locas a Ciutat Vella

Como viene siendo habitual en los últimos años, el bando de fallas ha sido ampliamente incumplido. Al menos en el centro de la ciudad, hemos visto una ciudad desbordada por, digamos, la “fiesta”.

Primero el espectáculo inadmisible de degradación y “peligro” al que ha quedado expuesto el patrimonio histórico monumental que envuelve Ciutat Vella, pero también, no lo olvidemos, para las personas que viven y trabajan en este mismo entorno de las que nadie parece acordarse, incluso para los propios protagonistas de la fiesta que se ven envueltos en un espectáculo de masas que nadie controla.

Pero no nos engañemos, no juguemos al autoengaño, nadie, absolutamente nadie del ayuntamiento ha movido un dedo por cumplir el bando de fiestas falleras. Así que dejémonos de hipocresías y lágrimas de cocodrilo. Ha sido una fiesta fuera de control.

Las calles desbordadas, los itinerarios de seguridad invadidos, orines por doquier, la basura imposible de recoger, hasta podríamos hablar de saqueo descarado en algunos supermercados ante la avalancha de personas en las horas punta. La venta de bebidas hiperalcohólicas desde el primer día ha estado consentidas mediante chiringuitos a pie de calle que vendían sin mirar a quien; los decibelios, fueran carpas o verbenas, reventados; las terrazas de los bares y restaurantes multiplicándose milagrosamente.

Y todo ello, dejémonos de escusas, consentido por las autoridades municipales instaladas en la placidez del todo vale cuando se trata de ocio y de turismo. Evidentemente que hay un problema de civismo y educación, pero hay todavía un problema aun mayor de responsabilidad política, de incapacidad para gestionar una presencia cada vez más masiva de visitantes o turistas, da igual como los queramos llamar.

Lo ocurrido este año en los alrededores de la Lonja es el ejemplo más llamativo, pero ni mucho menos el único, ni posiblemente el mas grave. Es el botón de muestra de lo que no debería volver a ocurrir. El Ayuntamiento haría bien en revisar su actual modelo de ocio y turismo, pues como hemos podido comprobar, que en la fiesta, como en la vida, no todo vale.

De entrada, hay problemas de volumen, de volumen de las carpas, de volumen de verbenas y de volumen del ruido. Y esto sirve tanto para las fallas, como para las fiestas de San Juan, como para las cada vez mas numerosas fiestas que improvisa el ayuntamiento sin ningún miramiento ni para las personas ni para el patrimonio.

Pero si vamos al fondo de la cuestión hay, fundamentalmente, un problema de financiación de las fallas. Habría que evitar que cada vez sean mas caras, de mayor tamaño y mas espectaculares. Hay que recuperar la simplicidad, la fiesta de barrio que haga vecindad y que practique de forma real la hospitalidad, y también habría que preguntarse seriamente quien paga todo esto, la fiesta y la postfiesta, y a quién beneficia este desmán.

Nosotros abogamos por un debate serio y responsable sobre el modelo de fiesta y de ocio en la ciudad. No podemos continuar en esta espiral de crecimiento del turismo y de la fiesta y no tener medios ni para costearla y mucho menos para gestionarla.


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