Hace tiempo que en Ciutat Vella empezó a sonar con fuerza una idea compartida por muchas voces: el barrio debe seguir siendo un lugar para vivir, no un escenario de paso ni un espacio reservado a la especulación. De ese deseo colectivo nació un camino que ha ido creciendo paso a paso, siempre de la mano de vecinas y vecinos que no han querido quedarse al margen.
Tras los proyectos Solars i Futur (2022) y Solars en Trànsit (2023), en los que se analizaron los vacíos urbanos, su historia y su destino, llegó el momento de dar un paso más. Así nació Construint Ciutat Vella, una iniciativa que se apoya en la escucha y en el análisis compartido para imaginar un barrio digno, habitable y comunitario. El punto de partida fue sencillo pero con mucho valor: abrir las puertas, invitar al vecindario y construir entre todas y todos un relato diferente para nuestras calles.
Desde el primer momento, la respuesta fue entusiasta: había ganas de participar, de poner la mirada en los solares vacíos, en los edificios en ruinas, en esos rincones que a menudo pasan desapercibidos, pero que dicen tanto del presente y del futuro de Ciutat Vella.
Los talleres, celebrados entre mayo y julio, fueron el verdadero motor del proceso. El primero se centró en los solares, esos espacios cerrados que se han convertido en cicatrices en medio del barrio. Allí, vecinos y vecinas pusieron sobre la mesa experiencias, preocupaciones y propuestas. Juntas repasaron las leyes, conocieron herramientas legales y, sobre todo, dibujaron un diagnóstico común que convirtió la desidia en una agenda de reivindicación.
En junio llegó el segundo encuentro, con la mirada puesta en los edificios en ruinas. La sesión empezó en el Colegio Mayor Rector Peset, pero pronto salió a las calles. Organizados en grupos, las y los participantes recorrieron distintos itinerarios para detectar inmuebles en estado de abandono o en riesgo. Al volver, pusieron en común las observaciones, contrastaron datos oficiales y reflexionaron sobre las herramientas municipales disponibles para exigir una gestión más justa. La sensación compartida fue clara: el conocimiento vecinal es insustituible, porque nadie conoce el barrio como quienes lo habitan.
El proceso culminó con un tercer taller dedicado a la visibilización. Con los resultados del trabajo colectivo, se diseñó una acción comunicativa que tomó forma en una pegada de carteles en los edificios identificados. Un gesto sencillo, pero cargado de significado: el barrio se hace visible a sí mismo, se nombra, señala lo que no funciona y se reafirma en su derecho a existir como espacio de vida.
Lo más valioso de todo este recorrido es que no ha quedado en un momento puntual. El grupo de trabajo que se constituyó en los inicios sigue en marcha, reuniéndose, aportando ideas, organizando tareas y generando comunidad. Su constancia demuestra que cuando el vecindario se implica, el barrio se transforma.
Construint Ciutat Vella no es solo un proyecto: es una prueba de que la participación vecinal puede plantar cara al abandono, a la especulación y a la pérdida de identidad. Cada taller, cada recorrido, cada cartel pegado en una pared en ruinas, habla de un barrio que se resiste a ser invisibilizado y que, con paciencia y compromiso, va construyendo un futuro compartido.
